16 de febrero de 2011

Amarga soledad

Tengo tantas cosas que decirte, tantas cosas que explicarte... y ahora ya es demasiado tarde. No supe valorarte, no supe darme cuenta de la persona tan increíble que la vida me había dado la oportunidad de tener a mi lado. No me di cuenta a tiempo, y no sabes la impotencia que siento en estos momentos. Tú me hiciste sentir tan especial, hacía mucho tiempo que no me trataban de esa manera tan única. Y soy feliz, porque sé que alguien supo ver en mí algo positivo y estaba dispuesta a darlo todo por mi felicidad. Pero se me parte el corazón al saber que no volverás a ser mi pequeña niña, ahora eres la niña de otro. Y tengo que sufrir en silencio, pues solo me ves como un simple amigo. Un amigo del que te arrepientes de haberte enamorado, me perdonaste incluso cuando deberías haberme odiado por todo lo que hice. Tienes un valioso corazón, y yo tuve la suerte de poder entrar en él... aunque para tu desgracia tuviste que recoger los pedazos del suelo.

Eres un pequeño ángel, y no sabes cuánto me odio en estos momentos por no haber aprovechado todo lo que me estabas ofreciendo. Soy un imbécil, un cobarde. Me cuesta conciliar el sueño de saber todo el daño que te he causado, todas las lagrimas que habrás desperdiciado por mi culpa.

Tu amor era sincero y fiel. No mereces estar con una persona como yo, pero aún así te necesito conmigo. Añoro tu sonrisa infantil, esos abrazos que me llenaban por completo, esos besos que por unos segundos todo el mundo desaparecía y solo quedábamos tú y yo. Ahora tengo que callar y tragarme el dolor mientras veo como regalas la misma felicidad que me habías ofrecido a otra persona.

Aunque no lo creas, si pudiera daría marcha atrás en el tiempo para poder arreglar las cosas y empezar a hacer las cosas bien. Así nada de esto hubiera pasado, yo no estaría lamentándome de mi error y tú... tú no estarías con él.